9.5.11

Las cartas que no llegaron-1- Entrevista a Mauricio Rosencof

















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MAURICIO ROSENCOF, 65 AÑOS, AUTOR CON ELEUTERIO FERNÁNDEZ HUIDOBRO, DE "MEMORIAS DEL CALABOZO"



"Atrapaba los fantasmas antes que ellos me atraparan a mí"










Estuvieron once años y medio aislados, en celdas de dos por uno sin muebles ni objetos. Tenían prohibido hablar, no vieron rostros, ni el cielo, el sol o las estrellas. Pudieron comunicarse con el sistema morse y la primera palabra que se intercambiaron fue "felicidades". Era la Navidad de 1973.

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Por Luis Bruschtein




t.gif (67 bytes) "La gente tiende a decir: era tupamaro y ahora es ex tupamaro. Ex tupamaro las pelotas, eso no me lo quita nadie" indicó a Página/12 Mauricio Rosencof, que integró la conducción del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, en Uruguay. Cayó preso en 1972, fue brutalmente torturado y desde 1973 hasta 1985 fue de los nueve rehenes que la dictadura militar uruguaya tenía en celdas individuales, pozos de dos metros por uno. Ocho de los nueve sobrevivieron y ayudaron a reformular el Movimiento, uno de los principales integrantes del Frente Amplio. Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro escribieron su experiencia en esa prisión en el libro Memorias del calabozo, publicado en Buenos Aires por Patzcuaro Editores.



"Un coronel dijo: 'No pudimos matarlos cuando cayeron, los vamos a volver locos'. Uno de los nueve murió allí, dos enloquecieron, secuelas nos han quedado a todos, encerrados, incomunicados, no veíamos un rostro humano, no vimos el sol, no podíamos leer, no podíamos escribir, nos tenían a media ración, nos tenían 'en la punta del obelisco', nos hicimos insectívoros, no nos daban agua, reciclábamos nuestro propio orín, eso durante once años y medio de los trece que estuvimos en cana. Yo no estoy tan seguro de que hayan sido dos solamente los trastornados (sonríe). Cuando esos compañeros recuperaron la libertad, recuperaron también el juicio. A mí hubo un par de cosas que me sirvieron, igual que al Ñato Fernández Huidobro. Redescubrimos el morse y estuvimos diez años a golpe de nudillos en el muro. La primera vez fue en la Navidad del '73. Me pasó un golpe lento y me di cuenta de que me quería pasar un mensaje. Lo interrumpí para arrancar un trozo de reboque para anotar los golpes. Le di la señal de continuar y me pasó el mensaje, calculando que si yo descifraba la primera palabra, podría descifrar la clave: la primera palabra que nos pasamos fue felicidades".



"Durante diez años nos masacramos los nudillos, nos contamos la infancia, chistes, la adolescencia, las novias, hicimos planes revolucionarios para toda América latina y el mundo, sé todo de su vida y él de la mía. También me ayudó mucho escribir la Margarita, eso se escribió bajo tierra, en Paso de los Toros, en unos calabozos donde corrían las ratas. Ratas y milicos. Una vuelta irrumpe en el calabozo un milico. 'Manda preguntar el sargento si usted es el escritor'. Contesté tímidamente bajo la capucha que sí. Entonces dijo: 'Ordena el sargento que le escriba una carta a la novia'. Así encontré el curro. Porque ellos tenían la orden de no comunicarse con nosotros. Empezaron a pedirme un poema, una carta, se pasó la voz. Hacía acrósticos y ellos me pedían 'no me hace un acrílico de ésos'. Un poema valía un huevo duro, un soneto dos cigarros y muchas veces los cambiaba por información. A veces les pedía que me dejaran la mina del bolígrafo y así escribí Las Margaritas. Costaba trepar los minutos todas las horas, las horas todos los días, los días todas las semanas, las semanas todos los meses, los meses todos los años. La realidad tangible no era vivible, vos no podés vivir sin ver un rostro, sin ver el sol o una estrella, sin hablar con nadie, sin leer un libro, comiendo como comíamos, entonces la realidad vivible era la de la fantasía y los recuerdos. Pero tenía sus riesgos, porque podías quedar empantanado que es lo que pasó con los compañeros. A mí me ayudó que era escritor y en vez de dejar que los fantasmas me atraparan, los atrapaba a ellos en una estructura dramática. Bueno, la Margarita salió así".



"Nos trasladaban cada tres meses, parecía la vuelta al Uruguay en calabozo, y cada tanto nos podía visitar la familia. La hija del Ñato había nacido en la cárcel y cada vez que la traían de visita, pobre gurisa, era un alarido. El Ñato me dijo que tenía la intención de pedir que suspendieran la visita porque a la niña le hacía mucho daño. Creía que el padre no tenía manos. Lo traían encapuchado, le sacaban la bolsa delante de ella y con las manos esposadas debajo de la mesa, entonces: papá no tiene manos. Le dije que si cancelaban la visita, ella iba a pensar que no tenía papá. Le dije que tenía que crear un tipo de relación con la chiquilina para que tuviera alguna expectativa para venir. Que la chiquilina viniera a que el papá le cuente un cuento. El Ñato lo pensó y me contestó por el muro: "Sí, pero no sé cuentos". Entonces inventé una novela en episodios. La historia era sobre una niña de cuatro o cinco años que un día se despierta y le dice a la madre: "Mamá, vamos a darles de comer a los pollitos azules", la madre le dice que no hay y que en una casa tan pequeña no cabrían, pero se empiezan a oír los pi—pi de los pollitos. Le pregunta a la abuela, que le dice: "Yo lo único que hice fue leerle a Bambi". Entonces aparece Bambi. Lo que pasa es que se hacen realidad los sueños de la chiquilina, pero esos sueños no caben en un apartamento, como los sueños de un preso no caben en un calabozo. Tenía a Moby Dick en una bañera, porque el sicólogo le había aconsejado una píldora reductora de sueños realizados. Cada vez que la nena venía, le pasaba un capítulo toc—toc, golpeando el muro.



"Nos pasaron al penal de Libertad seis meses antes de liberarnos. Estábamos incomunicados pero podíamos hablar porque nos dejaron de a poco salir a hacer fajina juntos. Cuando salimos hicimos un congreso en un convento franciscano. Raúl (Sendic) estaba muy afectado porque un balazo le había partido la cara, pero estaba muy lúcido porque el programa básico salió de su cabeza. Era el que tenía más visión que todos nosotros. El plantea el no pago de la deuda externa, la reforma constitucional pero con una articulación no sólo política sino también social, el problema de la banca lo elabora Raúl. Los meses que estuvimos en el penal de Libertad, donde se podía leer y recibir alguna información, tratamos de ponernos al día con lo que había pasado. Había que tener mucha idea política con muy poca información externa. Antes, teníamos retazos de información, pedazos de conversaciones que escuchábamos, algo de la radio de los guardias y los cachos de diarios viejos que encontrábamos en el excusado. Estábamos bajo tierra y sin ventilación y allí tenías que hacer un curso para respirar. Además estaba lleno de ratas. De la muerte de Salvador Allende me enteré cuatro años después. De la guerra de Malvinas me enteré porque se escuchaban los parlantes de los milicos. " (fragmento)



En Página 12


















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