22.2.09

LA LITERATURA DE IDEAS EN AMÉRICA LATINA-5-


LA LITERATURA DE IDEAS EN AMÉRICA LATINA-4-

Pongo este texto para que lo lean, lo piensen, lo sientan, acuerden, disientan, etc. A veces subo acá textos que no llegamos a trabajar todos en clase sino que expone alguno de ustedes, pero se relacionan con algún tema visto, son interesantes, permiten ecos muy distintos en cada uno, etc.
Este lo traigo a colación porque sobre el final menciona algo que también aparece en el texto de Borges sobre el individualismo argentino. Piensen si en los textos el episodio mencionado -un episodio literario que debe de ser aaaaaampliamente conocido por ustedes ;-)- está valorado del mismo modo. Miren también cómo aparece el concepto de la amistad a raíz de la expresión "Poner las manos en el fuego" .
Es una desgrabación de un comentario espontáneo que hizo Alejandro Dolina en el '94, en su programa radial, después de la noticia del alejamiento de Maradona del Mundial a raíz del descubrimiento de efedrina en su cuerpo.
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La venganza será terrible. Programa del 30/6 al 1 de Julio de 1994. Alejandro Dolina

[...] [Alejandro Dolina] -Hoy estamos muy de indignaciones -¿no?- Es una jornada triste. Y yo hace unos minutos tuve ocasión de hacer un pequeño comentario por Canal 13 acerca de esta desgracia de Diego Maradona; y quiero decir que si fuera solamente una desgracia futbolística, seguramente no la traería yo a colación en este programa y si fuera nada más que el comentario de un partido perdido, o de un jugador en infracción que ha quedado fuera del campeonato, bueno tampoco, porque aquí hay un equipo muy idóneo para ésto -creo que el mejor, ustedes saben la admiración que tengo yo por Víctor Hugo Morales.
De manera que no es un comentario deportivo éste. Pero el sueño del regreso del Diego era -para éste que habla- un sueño mucho más grande que un sueño futbolístico. Creía yo ver en el regreso de este chico al quien he admirado tanto y he querido tanto como jugador de futbol y también como persona. Creía yo ver en ese regreso uno de los contadísimos éxitos que el hombre tiene frente al tiempo, frente a la muerte, frente a la maldad y frente a la mezquindad. En general el tiempo siempre vence, la muerte prevalece, la mezquindad triunfa y las sencillas virtudes más tarde o más temprano, suelen quedar sepultadas. Recuerdo a Rubén Darío en esa línea, vencedor de la muerte. Vencedor del tiempo, vencedor de la maledicencia, vencedor de su propia equivocación: volvía Diego Maradona. Y al margen de que a uno lo ponga contento que un tipo con la 10 celeste y blanca juegue bien... había más... había más... Había ese deportista que había sido vapuleado por una sociedad hipócrita que lo señaló como un delincuente, siendo que en ese mismo círculo que lo señalaba a él como delincuente, se verificaban las mismas costumbres que le enrostraban a Diego, con una hipocresía impresionante. Ciertos periodistas, pensadores y mediocres en general, atacaron a Diego. Se pusieron paternalistas con Diego. Empezaron a darle consejos a Diego. Empezaron a negar o a lamentarse de que Diego fuera ejemplo para muchos jóvenes.
Al respecto debería decir yo lo siguiente, lo he dicho otra veces pero vale decirlo ahora: yo creo que sí es ejemplo. Es ejemplo en un país, en un mundo, pero particularmente en un país, donde la aspiración de las personas es obtener un 4 para poder seguir adelante, es decir, entregar lo menos posible para recibir lo más posible. Negar la excelencia como si fuera obsesiva y demencial, para conformarse con la mediocridad que permite zafar, como suele decirse. En un mundo que aspira a un 4, Diego era el 10. Y en ese sentido es, sigue siendo, un ejemplo para los chicos. Paradigma, porque les muestra que a veces es deseable ser el mejor de todos. Y aunque no se consiga serlo, que vale la pena la lucha para ver si uno lo logra. Ningún deportista del mundo, ningún deportista del mundo fue tan perseguido. Jugador de fútbol suspendido por un año en el ápice mismo de su carrera. Siendo el mejor de todos. Una carrera que como todos sabemos -lugar común mediante, tópico mediante- es breve.

[Jorge Dorio] -Hubo otro gesto, Alejandro, también en ese ápice y en el medio de esa caída, que es el haberse permitido cuando la comodidad a su vez le permitía circular tranquilo en medio del ruido y de la gloria, alzarse frente a los poderosos -equivocado o no, tampoco importa- sino tener una opinión personal, funcionar como un hombre en medio de esta circulación de ídolos habitualmente vacíos de discursos, de opiniones y de pasiones.

[Alejandro Dolina] -Así es. Tomó la posición más incómoda. Se situó en el centro mismo de la incomodidad. Muy fácil hubiera sido para él, hacer como, digamos, como Pelé. Hacerse amigo de los poderosos, hacerse patrocinar, marchar por las avenidas centrales de los "mangiaorejas" y no lo hizo así. No le perdonaron muchos su origen. Yo he escuchado muchas veces, durante el año de su suspensión: "¿Y qué querés con ese negrito villero?". No le perdonaron su origen. Tampoco se lo perdonaron a José María Gatica, a otros que desde muy, muy abajo, llegaron muy arriba por su talento y sin ser alcahuetes de nadie. Ningún deportista padeció trauma semejante. Alcanzó a volver. Fue atacado. Fue empujado hacia la equivocación incluso. ¿Pero por qué? Los medios de comunicación, el mundo éste en que vivimos, suelen obligar a los luchadores quijotescos y solitarios a jugar el juego que todos juegan. Y entonces... ¿Cuál es el juego que todos juegan?. El juego de los medios de comunicación, el juego del retruque, el juego de saber que Sócrates no escribió ningún libro, el juego de no comerse las 'eses'. El juego de una cierta elegancia, y a ese juego, juegan muy bien quienes el mundo manejan. Y Diego jugó a ese juego. Claro, al otro, al juego de él era muy difícil ganarle. No he visto ningún periodista que lo desafiara a hacer "jueguito", pero sí he visto periodistas que lo desafiaban a hablar, a una polémica. ¡Ah! ¡Gran cosa!... Pedirle a Diego que sea polemista, que sea culto. Bueno, por Dios...(...) No encontraron la complacencia, el beneplácito y la complicidad que suelen tener a veces los que llegan desde muy abajo y que encuentran cómoda la alianza con los poderosos. No la hallaron en Diego. Bueno, a todo esto se sobrepuso Diego. ¡Y casi este regreso, era un milagro! Era un milagro. El milagro del héroe que vuelve del infierno. Teseo rescatado de los infiernos. (...) pero bueno, y entonces sucede este episodio absurdo.
Por eso mi tristeza y por eso el desengaño. No la tristeza del hincha de fútbol que dice:- ¡Uh! ¡Nos sacaron el mejor! Esa sería una tristeza chiquita. No. La tristeza de un criollo que vio cómo un chico de Fiorito -el mejor jugador que yo haya visto nunca- pudo sobreponerse a los miserables y ver cómo -para alegría de tales miserables que ahora se estarán llenando la boca con reconvenciones legalistas y cosas por el estilo-, ese sueño se frustró.
Yo estoy muy triste. He llorado, no por el fútbol -yo desde los 11 años que no lloro por el fútbol-, lloro por una estética y por una ética que vuelve a ser pisoteada por los mediocres. Decía yo en canal 13 -quizá exagerando mis sentimientos- pero algo que es verdadero: -Más deseo tenía yo de ver campeón a Diego que de ver campeón a Argentina. Y otra cosa dije también: a la hora de poner las manos sobre el fuego, el buen amigo habrá de ponerlas aun cuando sepa que es posible quemarse. Porque las manos en el fuego con la seguridad de no sufrir quemaduras las pone cualquiera. El verdadero amigo es el que pone las manos en el fuego aun cuando sabe que se va a quemar. Y si Dieguito Maradona que tantas alegrías nos ha dado, no merece que hoy nosotros pongamos las manos en el fuego aun cuando las saquemos quemadas, pues entonces yo no entiendo nada, ni de fobal, ni tampoco -lo que es peor- de la vida.

[Jorge Dorio] -Hay algo más Alejandro que usted pensó y lo hablamos, después en una entrevista a veces las cosas se diluyen, no aparecen, se le escapan a uno. (...) Pero usted pensó en un ejemplo, en una historia que es precedente a eso y que funda a este país. Digamos, la necesidad de alguien que haga un gesto accesorio al gesto del héroe, un gesto más. Usted se acuerda perfectamente de quién estoy hablando.

[Alejandro Dolina] -Claro. No hubo en este caso -lástima que no lo haya habido- un Tadeo Isidoro Cruz para este Fierro. Tadeo Isidoro Cruz, aquel sargento de la partida, que va a prender a Martín Fierro, que cuando lo ve batirse en inferioridad, pero con tanto coraje, dice: -Yo no voy a permitir que se mate así a un valiente- y toma su partido, el partido de los perdedores. Sabía Cruz que tomar ese partido lo conducía a la marginalidad y al aniquilamiento pero lo tomó y dijo: -Yo no voy a dejar que se mate así a un valiente. No hubo ningún Cruz para este Fierro.
Iba yo a hablar de algunas paradojas, (...) de Bertrand Russell, de Zenón de Elea, de Timénedes, pero las paradojas son jueguitos de manos de la razón, y pudo más por suerte esta vez, la potencia de la pasión. Vamos a escuchar un tango, no importa cuál, dedicado a Dieguito Maradona que canta un amigo nuestro.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

antepenultimo parrafo, ultima linea:

yo no entiendo nada, ni de fobal, ni tampoco -lo que es peor- de la vida.

Marina dijo...

Anónimo, hola. No respondo comentarios -menos, anónimos- en este blog, por la función que tiene, salvo que los haya pedido como parte de algún trabajo; pero por las dudas y por si te aclara:

1) ¿A qué viene la transcripción de la línea que señalás? Si no decís a qué se debe la cita, es difícil entender por qué la copiás...¿Se deberá al "error" de "fobal"? Si es así, ¿tenés idea del estilo del autor? Porque es muy frecuente que tome voces populares y las diga/transcriba así como suenan; del mismo modo que alguien puede decir "Ay, sí, ¿vistes la calor que hace?", y el contexto dirá si es un error o una ironía o una preocupación realista por transmitir fielmente el habla de un personaje, etc.

2) En caso de que fuera una preocupación purista por el lenguaje (sin sentido, repito, porque el autor está trabajando a propósito con la inclusión de expresiones populares y es parte de su estilo, esto es: una decisión estética, no una equivocación): cometiste prolijamente un error por cada palabra en tu comentario. Usaste cuatro palabras esdrújulas y no pusiste tilde en ninguna.
Suerte.